Se veía venir después del confinamiento. Como al coronavirus no le ha afectado el verano, lo que era nuestra esperanza, si hemos estados tres meses sin salir, era lógico que la incidencia del virus bajase. Si no hay vacuna, y el virus sigue en sus trece, nada más asomar la cabeza de nuevo, presionados por la necesidad económica, la lógica más elemental nos predice que los contagios iban a volver a campar por sus respetos. El estado de alarma parece que sirvió, y al gobierno le perdonaron la vida alargándolo el tiempo en que las comunidades, presionando más las que ahora están más afectadas, exigieron gestionar ellas mismas la pandemia. La jaula de grillos que han sido las comunidades en esta gestión han disparado de nuevo los contagios y las muertes: disposiciones, algunas peregrinas, que los jueces se encargan de echar para atrás, ineficacia en el rastreo… vuelve a plantearse la idea de que sea el gobierno quien asuma de nuevo la gestión.
Por otra parte están los negacionistas, los conspiranoides, los iluminados, los antivacunas, la derechona recalcitrante y simplemente los jóvenes irresponsables. Si la pandemia no existe, si el virus lo crearon en un laboratorio, si Bill Gates nos quiere controlar con un chip vacunil…independientemente de que haya o no haya algo cierto en ello, lo que debemos tener presentes es el efecto que produce: hay muertes. Más de lo que admiten los gobiernos, que maquillan, unos más otros menos, los datos, por intereses económicos y tal vez para atenuar la alarma que conduce a rechazo en las visitas a nuestro país. Nos daríamos con un canto en los dientes si el virus se cebara solo en los negacionistas, en los conspiranoides, en los iluminados, en los antivacunas, en la derechona recalcitrante o en los jóvenes irresponsables, pero coño, el virus no hace distinciones y ataca a todos por igual.
Otro tanto les diría a quienes prefieren que se mueran unos cuantos antes de parar la actividad económica que llevaría a la ruina a muchas familias, a todo un país. Si el virus fuera selectivo no estaría mal que solo se cebase en los padres y abuelos de quienes esto proclaman. De esta forma, se salvaría la economía y solo habría que llorar a los muertos de quienes estaban dispuestos a asumir el riesgo. Lo malo es que, repito, el virus tiene la manía de no distinguir, y mueren personas cuyos familiares no piensan así. Yo, lo siento mucho, no estoy dispuesto a morir ni permitir que mueran mis seres queridos en la medida que esté en mi mano. La muerte es lo último.
En Italia, país turístico como España, al parecer no hay tanta incidencia de contagios en esta segunda oleada. Su gobierno mantiene el estado de alarma, no torpedeado por las comunidades que luego se muestran incapaces. Cerraron a tiempo y siguen cerrados los lugares de ocio nocturno. Y parece que les funciona ¿O no? ¿Cómo es que la mortalidad por covid en Italia es mucho mayor que en España? ¿Es que los italianos son más flojos que los españoles? ¿Es que la cepa italiana del covid es más agresiva?¿Acaso también se ocultan o maquillan datos?
En mi pesimismo congénito veo que cuando salgamos de esta volveremos a las andadas sin haber aprendido nada. Volveremos a hacer hincapié en el turismo como primera fuente de recursos del país, aun habiendo visto lo asustadizo que es y que ser el geriátrico de Europa o el lugar donde los extranjeros pasan sus alegres vacaciones constituye una economía de riesgo. Pues no. Verás cómo no se pergeña un plan estratégico a medio y largo plazo consensuado por todos para redirigir la economía hacia otros sectores que nos produzcan menos sobresaltos y que no nos busquen una ruina mayor que a los demás cuando sucedan cosas como esta. Pero a lo mejor me equivoco, ¿no?