Homenaje a MIGUEL DELIBES


A Delibes hay que abordarle como lo que es: un maestro en el uso de la lengua castellana. Su prosa, directa y poco amiga de adorno es lo que más concuerda con el espíritu sobrio y recio de la tierra de Castilla, la que retrató en numerosas ocasiones.
Innumerables obras maestras salieron de su pluma: La Sombra del Ciprés es Alargada, Cinco horas con Mario, Los Santos Inocentes, El Camino, Las Ratas… A pesar de las circunstancias sociopolíticas de la época, muchas de ellas constituyen una auténtica denuncia social y han sido llevadas a la gran y a la pequeña pantalla. Si Delibes hubiera querido mostrarse más mediático, estoy seguro, esa es mi opinión, de que hubiese ganado el Nobel de Literatura en lugar de Cela.
Una de las novelas que fueron llevadas al cine causó en mí una gran impresión: “El disputado voto del señor Cayo” es un lamento por la degradación y el abandono de la España rural, personificado en la figura del señor Cayo (interpretado por Francisco Rabal en la película) pero también una visión temprana de lo que llegó a ser la profesionalización en los partidos políticos que comenzaba ya a despuntar en la figura del joven diputado Rafa (en la película Iñaki Miramón) frente al idealismo romántico del veterano profesor Víctor Valverde (Juan Luis Galiardo) Una estampa que se hará habitual a partir de entonces entre los políticos, muchos de ellos medrando a espaldas a la realidad de los ciudadanos. De aquellos polvos, estos lodos.
Nº de páginas: 192 
Editorial: DESTINO 
Idioma: CASTELLANO 
Encuadernación: Tapa blanda 
ISBN: 9788423357215 
Año de edición: 2020 
Plaza de edición: BARCELONA 

VAMOS CON LA PALETILLA DE CORDERO ASADA 

Miguel Delibes, en un artículo publicado en ABC allá por 1983 afirmaba:
“La austeridad de Castilla alcanza, naturalmente, a su cocina. A los típicos platos castellanos no les cuadran los rizados y poéticos adjetivos con que los franceses adornan sus menús. Puestos a ver, donde Castilla ha destacado ha sido en los dos alimentos fundamentales: pan y vino. “Con pan y vino se anda el camino”; pero si el pan es lechuguino, de cuatro canteros, y el vino de Rueda o de Vega Sicilia, es posible que el camino se haga dos veces y sin sentir. Ahora bien, guisos, aderezos típicamente castellanos no abundan. A la pregunta del comensal “¿qué me puede usted servir?” el mesonero, en determinados meses, tras un largo repertorio de manjares, concluirá ineluctablemente: “y, por supuesto, también asado”. Nunca o casi nunca mencionará el nombre del animal que ha asado, porque el asado por antonomasia es, en Castilla, el cordero lechal…”

Yo, sin ánimo de polemizar con el autor, mucho mejor conocedor que yo del alma de Castilla, me atrevería a apostillar que hay muchos establecimientos en los que el solo hecho de entrar y sentarse en la mesa supone que te coloquen delante una hogaza de pan, un jarro de vino, un cuenco de ensalada y te pregunten la parte del cordero que vas a pedir, según comensales, sin más. Por otra parte, cuesta creer que en tiempos de Maricastaña, con una economía más o menos de subsistencia, se pudieran permitir, salvo las personas adineradas, o en ocasiones muy señaladas, el lujo de despilfarrar la carne de un animal comiéndolo recién nacido, pudiendo sacarle mayor aprovechamiento si el cordero es pascual, es decir, nacido en otoño para sacrificarlo en Pascua, habiendo comido, tras ser destetado, los tiernos pastos de la invernada, otorgándole, con poca merma de su ternura, las propiedades organolépticas que transfiere la madre tierra.

Ingredientes: (2 Raciones)
-2 paletillas de cordero lechal (o una de cordero pascual)
-Grasa de Cordero. Ante la dificultad de encontrarla, se puede sustituir por grasa de cerdo.
-Agua.
-Sal.

Así de sencillo
(Yo osé quebrantar la sobriedad de la receta esparciendo unas hojas de romero en el agua, que al fin y al cabo son hierbas silvestres que no restan sobriedad al plato y pueden añadir un toque aromático)

1.-Cubrir el cordero con agua durante una hora en un recipiente para hidratarlo y conseguir mayor jugosidad. 

2.-Para hacer el sebo o grasa de cordero, ponemos los trozos de grasa que rodean los riñones en un cazo a fuego medio, para que vaya soltándola, una vez que tengamos la cantidad necesaria y sin que llegue a freír, lo colamos, quitando las impurezas, y dejamos enfriar. Si no, no nos compliquemos: usemos la grasa de cerdo más fácil de conseguir.

3.-Salamos el cordero, extendemos un poco de la grasa o sebo del cordero o cerdo por ambos lados y metemos al horno a 180ºC durante 1 hora y media, (dos horas o dos horas y media, según el horno, si se trata de cordero pascual, dependiendo del horno, regándolo con agua con sal durante la cocción. Siempre habrá que ver que la carne esté dorada exteriormente.

4.–Darle la vuelta al cordero para que se dore por ambos lados a mitad de la cocción en el horno.

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