Pinceladas de un Itinerario por los Montes Ibéricos III

Pinceladas de un Itinerario por los Montes Ibéricos III

Fotografía:	Pigmentoazul
Por la Cuna de Una Lengua
Por: José María Barbado 
La Tierra de Cameros forma un todo con Urbión, pero presenta otras características de vegetación; más agreste, más salvaje; es el reino del roble y del haya.
Y sus pueblos, muchos de ellos con el apellido de Cameros: Brieva, Torrecilla, Montenegro, Villoslada, Nieva... o este de Canales de la Sierra, con más iglesias que casas, que atesora sobre una de sus colinas una joya del románico.
Pueblos de la Rioja con pasado, como gusta mostrar a sus habitantes a través de los imponentes escudos nobiliarios, algunos de los cuales nos hablan de la proximidad del Camino.
El río Najerilla, que rinde tributo al Ebro, comienza su andadura por aquí, entre el fragor de sus aguas y la frondosidad de sus riberas.
Más allá la ruta se desvía obligatoriamente hacia el monasterio de la Patrona, la Virgen de Valvanera. Una Virgen Negra con la particular seña de un Niño que no mira de frente, sino que vuelve su rostro para no ver cómo, al decir de la leyenda, una pareja profanaba el lugar sagrado.
 
Lugar hasta hace poco prohibido a mujeres bajo maldición. Tal vez porque era sitio de monje y la carne es débil.
Del excelente licor que los monjes fabrican tomamos una muestra, y avanzamos, en la Sierra de San Lorenzo, hacia otros santuarios.
Religiosos, sí, pero importantes por albergar los primeros documentos escritos en lengua castellana; nos referimos a San Millán de la Cogolla, con sus dos monasterios.
Éste es Yuso, el de abajo, más moderno, que cobija un hotel con cierto lujo.
Del pueblo de Berceo nos llega el recuerdo del primer cantor en la lengua de Castilla, Gonzalo, que fue monje en Suso, el monasterio más antiguo. En él, dentro de la sencillez que observábamos en San Saturio de Soria, realzada por ser una joya del arte mozárabe, se guarda la talla románica del sepulcro de San Millán, junto con otras reliquias.

“Quiero fer una prosa en roman paladino,
con el cual suele el pueblo fablar con su vecino,
ca non so tan letrado por fer otro latino,
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino...”


Aquí tuvo su eclosión la lengua de Cervantes. 
Aquí se mezclaron el latín vulgar, el euskera, el árabe y la forma de ser de un viejo y esforzado pueblo.
Aquí se guardan también los sepulcros de varias reinas de Navarra y los de los legendarios y descabezados siete infantes de Lara y de su ayo, Nuño Rasura.
Y Nájera, en el Camino de Santiago, fin de nuestro trayecto.
Nájera, que fue capital del reino de Navarra, codiciada por reyes castellanos y navarros, que yacen juntos en este mausoleo de Santa María la Real; nos fijamos especialmente en el sepulcro románico, de bellísima factura, donde reposaron los restos de Blanca de Navarra, esposa de Sancho III de Castilla.
Y como colofón a tanta iglesia y tanto convento, asistimos, en el encantador marco del claustro de este monasterio de Santa María la Real, una apacible noche de verano, a una profana representación de ballet, con la que despedimos nuestro viaje.



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