Mi respeto por el resultado de las elecciones autonómicas madrileñas no es incompatible con mi convicción de que el capitalismo, y en especial el régimen español del 78 heredero de la dictadura, ha sabido elaborar el producto perfecto que conviene a sus intereses: el pobre de derechas.
El pobre de derechas es un espécimen elaborado sobre la base de una deplorable educación pública para que sea susceptible al bombardeo mediático interesado de los medios pagados por el establishment, al que se han añadido los ingredientes de odio a la política y a los políticos, sobre todo el inculcado contra los que van endemoniadamente contra las estructuras de poder; todo ello con el objeto de dejar hacer a los políticos profesionales. Temor a perder lo poco que les dan si cambian mucho las cosas.
Un inculcado falso amor a la libertad -de que no se cierren los bares, por ejemplo- la pandemia pasará, aunque tengamos más muertos que nadie- traducido en la falsa creencia de que cada uno puede hacer lo que le dé la gana (dentro de unos límites firmemente marcados, eso es lo que no perciben); una incultura que les impide discernir lo que realmente les conviene y podría mejorar su situación. La posibilidad de una participación en corruptelas a escala ínfima de las grandes corrupciones que practican muchos ostentadores del poder, y una forma de pensar que lleva a cumplir la ley solo cuando llueven palos, y no por convicción del interés común. (Por supuesto, si preguntamos, nadie se creerá enmarcado dentro de este tipo social que acabo de describir. Incluso se ofenderán. Faltaría más)
Este producto perfecto del capitalismo ha contado con la colaboración de un errático PSOE –que ahora paga las consecuencias en Madrid-, partido que lo tuvo todo en 1982 para cambiar las estructuras de poder y que no quiso (o no le dejaron), domesticado por el liberalismo social y económico para llegar a constituir la frontera que los poderosos han marcado entre lo posible políticamente y lo radicalmente intolerable propugnado por los facinerosos que buscan la ruina del país, a quienes hay que destruir a toda costa.
Con este producto ya no son necesarios ni los golpes de Estado ni los pronunciamientos militares, ni la violencia extrema para mantener el statu quo. Con este producto parecerá que el país está bendecido por la democracia sin que esta exista. De este modo los detentadores del poder y sus políticos títeres que se encargan de ganar las elecciones para ellos, obteniendo al final la recompensa de participar en los consejos de sus empresas, duermen tranquilos arropados por su floreciente sanidad privada, educación elitista, seguridad privada, y también pública, de forma que si vienen buenas, los pobres de derechas y de izquierdas tal vez participen un poco de las migajas; y si malas, los pobres de derechas y de izquierdas pagarán, como siempre, la factura.
Madrid se ha convertido en el paradigma de todo esto. La capital de las francachelas, del turismo internacional de borrachera, de los toros y de la hostelería que volverá a ser el elemento más representativo de la economía española, y el que de nuevo sufrirá más que nadie la debacle de una nueva crisis, sea de la naturaleza que sea. Quítamelo todo menos los bares. Madrid, con una de las economías más potentes de España, promovida no por el carácter emprendedor de sus gentes, sino por la posición de privilegio que otorga la capitalidad del Estado. Quita a Madrid la capital y se quedará en nada con el tiempo. Por suerte y por ahora, Madrid es España, pero España no es Madrid.
No es de extrañar que los catalanes quieran independizarse. Yo en su caso también lo querría. De este modo, los poderosos catalanes tendrán sus propios pobres de derechas sin tener que depender de los designios del poder central.
Y ahora van contra Sánchez. Mejor dicho, no contra Sánchez, que entra dentro de la frontera de lo permitido, sino contra la horda de desaprensivos rojos desestabilizadores que se ha buscado como compañeros de coalición. Cuando se hayan deshecho de ellos, respirarán tranquilos. También Sánchez.
Esto lo firma un pobre desnortado de izquierdas que se equivoca de medio a medio. Podría ser. Pero ahí está por si consigo que alguien lo lea.